Los cítricos y sus efectos con algunos medicamentos

En el número de enero de 2001 de la revista Nature medicine, J.K. Aronson llamaba la atención sobre ciertos aspectos negativos de estos frutos.
En primer lugar, los requerimientos diarios de la vitamina C contenida en ellos (entre 46 y 60 mg diarios) son, habitualmente sobrepasados en exceso en las dietas occidentales habituales.
Los frutos cítricos (naranja, limón, pomelo, lima) y sus zumos gozan de muy buena prensa en relación con la salud.
Nada parece más recomendable en un desayuno sano que la presencia sobre la mesa de un vaso con zumo de naranja o de pomelo.
La abundancia de vitamina C en estos frutos y el papel de esta vitamina en la prevención y en la curación -en su día- del escorbuto, es garantía implícita de esta favorable consideración.
No obstante, por lo general, la dosis de vitamina C que ingerimos sobrepasa la recomendable, sin beneficio alguno adicional, y, sobre todo, otras sustancias contenidas en estos frutos, sobre todo en el pomelo, pueden interaccionar con determinados medicamentos, provocando respuestas nada deseables, como pone de manifiesto J.K. Aronson del Departamento de Farmacología Clínica de la Radcliffe Infirmary en la Universidad de Oxford.
Aronson recuerda, por ejemplo, que 100 grs. de patatas, no demasiado cocidas, contienen 30 mg. de vitamina C.
Que las dosis de vitamina C que sobrepasan las necesidades mínimas diarias sean beneficiosas por sus efectos antioxidantes en afecciones tan diversas como el resfriado común, el asma, la enfermedad coronaria, la hipertensión, la degeneración macular de la retina, las cataratas y el envejecimiento, es cuestión que sigue siendo muy controvertida.
A pesar de que se han realizado numerosos ensayos clínicos, no se dispone de evidencias que demuestren que las megadosis de vitamina C produzcan claros beneficios para la salud.
Para Aronson esta falta de eficacia de las megadosis de vitamina C era de esperar, ya que el camino que sigue en el organismo el metabolismo de la vitamina C, lo que se denomina sufarmacocinética, no justifica estos pretendidos efectos.
Cuando es absorbida por la mucosa intestinal, la vitamina C alcanza su saturación rápidamente con dosis bajas, y el riñón la elimina también con rapidez y de forma que casi toda la vitamina C absorbida por el intestino es excretada por la orina, sin que se eleve significativamente la concentración de la vitamina en el plasma y en los tejidos, en los cuales también se alcanza enseguida el nivel de saturación.
En definitiva, aunque tomemos dosis elevadas de vitamina C, todo lo que conseguimos es incrementar su concentración en el intestino y en la orina, lo que puede causar efectos indeseables en el riñón (al ser excretada parcialmente en forma de oxalatos, unas dosis elevadas de vitamina C pueden condicionar un incremento de éstos en la orina -hiperoxaluria- y la formación de cálculos renales) y en el intestino, donde provoca náuseas, retortijones y diarrea.
Por otra parte, los frutos cítricos contienen otras sustancias, aparte de la vitamina C, sobre todo el pomelo y la naranja amarga de Sevilla, que pueden ser peligrosas si se toman al mismo tiempo que algunos medicamentos o fármacos.
La causa parece ser que las susodichas sustancias contenidas en los cítricos, no bien definidas todavía, bloquean ciertos fermentos o enzimas que cumplen normalmente en el organismo la función de desmenuzar la estructura química de los fármacos, por lo que éstos penetran en la circulación general manteniendo una capacidad tóxica que por su cuantía o calidad puede ser tóxica.

Los fármacos con los que resulta peligrosa la interacción de estas sustancias contenidas en los frutos cítricos (especialmente en el pomelo y en la naranja de Sevilla) son, según Aronson:

- antiarrítmicos (amiodarona, quinidina)
- antihistamínicos (astemizol, terfenadina)
- inmunosupresores (ciclosporina)
- benzodiacepinas (diacepam, midazolam)
- antihipertensivos (felodipina, nifedipina, nisoldipina)
- hipolipemiantes (lovastatín)